Tenemos ante nosotros un legado milenario, el de la pasa de uva de moscatel de Alejandría, que conquistó el mundo llegándose a exportar en el siglo XIX a Europa, Rusia y norte de América.
El proceso de trasformación, a diferencia de otras zonas, la uva es escaldada previamente lo que acelera su secado acortando el proceso. Esta tradición, “L’escaldà” (escaldado) de la uva, se remonta a los romanos.
Para la posteridad han quedado los riuraus, las catedrales de la pasa, edificios únicos en el mundo que servían para proteger el proceso de la pasificación de las lluvias y humedad.
Su legado también nos ha dejado paisaje, arquitectura rural, patrimonio urbano y rural, gastronomía y arte, al que te invitamos que descubras.

PRESENTACIÓN RUTA DE LOS RIURAUS DE LA MARINA ALTA (Jesús Pobre, 9 de mayo 2014)

Señoras y señores, dignísimas autoridades, amigas y amigos de la asociación Riuraus Vius, vecinos, vecinas y representantes de los pueblos de Benissa, Benitatxell, Gata, Jesús Pobre, la Xara, Llíber, Parcent, Ondara, Pedreguer, Teulada-Moraira, Xàbia y Xaló, feliz y prometedor atardecer del día 9 de mayo de 2014.

Emotiva primera hora de las luces crepusculares cuando doce pueblos de la comarca de la Marina Alta sellan la alianza para proteger uno de los elementos más significativos de estas tierras, los riuraus, singular aportación del País Valenciano a la arquitectura universal que ha tenido nuestra comarca como tierra de nacimiento.
Para las personas de quimeras románticas que hace más de 30 años perseguimos la salvaguarda y reconocimiento de los riuraus como gran impronta arquitectónica de la historia comarcal, la Ruta que hoy presentamos e inauguramos es un camino abierto a recuperarlos y revitalizarlos, para conseguir que de nuevo contribuyan al bienestar de nuestras poblaciones y embellezcan campos y montañas con sus hileras de arcos como ojos que guardan la integridad del territorio.

Los riuraus fueron durante casi dos siglos centros neurálgicos de la economía de la Marina Alta, generadores de riqueza, espacio de transformación productiva, donde el fruto de los viñedos abancalados maduraba del todo y se cerraba el triángulo que sustentaba la vida de nuestros antepasados “uva, escaldà, pasa”.
Décadas atrás, cuando el riurau abría los ojos en verano, el sol de agosto se aliaba con el líquido humeante de la caldera para robarle al moscatel hasta la última gota de zumo.
El sequer se convertía en gigantesca paleta de pintor donde la uva escaldada mudaba a diario los colores de la piel abierta, del verde dorado al ocre intenso, hasta el oro viejo de la pasa joven.
Hombres y mujeres se agitaban al ritmo de l’escaldà, y de la meteorología.
El punto de ida y de vuelta, de trabajo y de descanso, de alegría y preocupación, de soledad y compañía, de sombra y sol, de encuentro y cobijo era el riurau.

La inconstancia del tiempo, la volubilidad de las economías, la evolución social, transforman hábitos, costumbres, trabajos, maneras de vivir y relacionarse; aquello que aprovechaba se vuelve inservible, lo que valía cae en la ruina, lo que era apreciado se pierde en el desuso.
“Abandonados escombros inútiles”, parecía ser el destino de nuestros riuraus hace poco más de diez años.
Por suerte, en el camino de ser doblemente sepultados, convertidos en montones de piedras y perdidos en el olvido, la conciencia de pueblo organizada en entidades, personas, actos, libros, artículos, revistas, documentales, los está rescatando, los pone en valor y divulga sus peculiaridades y existencia. Los mejores ejemplos son la recuperación y utilización pública de dos grandes riuraus: el de los Catalán de Arnauda en Xàbia, y el que hoy nos acoge en Jesús Pobre, el del señor de Benissadevi, considerados ya como las catedrales de la pasa.

El crisol cultural de un pueblo tiene que guardar la historia, la lengua, el territorio, el patrimonio inmaterial y material, de lo contrario se convierte en un pueblo sin esencia ni identidad, de cultura y personalidad anodinas que lo abocan a desaparecer.

La necesidad de preservar e incrementar esa esencia e identidad ha llevado a la creación de la Ruta de los Riuraus de la Marina Alta. Un proyecto convertido hoy en realidad que permite a los habitantes, residentes, visitantes y turistas conocer a fondo la comarca, pasearse por campos y pueblos, revivir parte de la historia, profundizar en la cultura rural engendrada por nuestras poblaciones e introducirse en el mundo singular de la pasa y de los riuraus.
Os invito a hacer un corto recorrido por ella, a saborear una cata que nos despierte el deseo y nos estimule el ánimo para entenderla y reseguirla completa.

De las doce localidades que hoy conforman la Ruta no hay una como inicio ni otra como final. Los folletos que nos servirán de guía no marcan preferencias, el orden de visita es aleatorio, a disposición de nuestro gusto, hambre o circunstancias, y al servicio de la conveniencia y complacencia propias. No hay un pueblo más importante que los otros porque cada uno guarda con celo sus singularidades y todos juntos conforman el ser de la Marina Alta.
Tampoco hay un tiempo determinado de duración de cada visita puesto que, igual que todas las rutas maravillosas, podemos acortar o alargar el camino, demorarnos admirados en un lugar, u observarlo con rapidez y anotarlo en la agenda particular de espacios a visitar más adelante con absoluta tranquilidad.
Así mismo no diremos que hemos completado la ruta con una sola estancia, porque las imágenes, los olores, los colores que nos acompañan durante el verano serán diferentes en otoño, en primavera o en invierno. La Ruta de los Riuraus es sensible a las estaciones del año. Las tierras blancas de los bancales escalonados en las lomas y las rojas de los valles, que tienen la suerte de ser cultivadas aún, empiezan a verdear a medida que despuntan las viñas en primavera; en verano están cubiertas de verde preñado; en otoño, cansadas de la gestación y el parto, sueltan las hojas tintadas de ocre; y en invierno vuelven a mostrar su color natural bajo los ramajes torcidos de las viñas.

Podemos empezar, es una idea que aporto, por entretenernos adivinando el nombre del pueblo que se divisa enfrente o a un lado u otro de la carretera por la que circulamos, observando la silueta de las casas, el campanario o el perfil de la loma donde se levanta sobre la mar o destaca entre la sierra.
Después, si nos apetece, nos acercamos, dejamos el coche y paseamos por las calles, la mayoría estrechas y llenas de rincones que guardan páginas de historia. Conviene detenernos ante las casas señoriales, construidas en tiempos de bonanza económica como la época de la pasa, y prestar atención a los detalles de las fachadas o los estilos urbanos que las determinan.
La visita a las oficinas de turismo y puntos de información es necesaria por las instructivas referencias que nos darán. Y en su caso, es de obligado cumplimiento adentrarse en las casas museos por la variedad de los objetos que conservan, porque son la materialización de la historia y nos permiten un viaje rápido a la vida de los antepasados pobladores de Marina.

Atendiendo las indicaciones de la guía, tenemos que desplazarnos, motorizados o a pie, hasta los numerosos miradores que nos brindan mil y una perspectivas y puntos de fuga desde donde contemplar el paisaje y absorberlo por los cuatro puntos cardinales, a poniente, levante, tramontana o mediodía. Aquí el pueblo o una antigua alquería, allá los campos y huertos abiertos en la llanura horizontal del Valle del Pop, el Pla de Xàbia, Pedreguer Ondara, que duermen al lado del Gorgos o del Girona. Al fondo los viejos bancales anclados con márgenes de piedra seca y colgados en vertical a las sierras y montañas que perfilan la Marina Alta: Bèrnia, Oltà, El Carrascar de Parcent, El Cavall Verd, la Serra d’Aixa, El Puig de la Llorença, El Montgó, Segària…, las elevaciones dels Molinets, la Sella, el Tossal Gros…, escaleras montañosas que todavía conservan algún recorte de las antiguas viñas, empiezan a ser cultivadas de nuevo o se pierden yermas entre las figuras de los árboles nativos aferrados a la tierra, como algarrobos, carrascas, olivos, alguna higuera, almendros. Con atenta mirada, comprobaremos la explotación, la especulación, el abandono, o el uso que se ha hecho, se hace o se podrá hacer de la tierra.

Interesa ser fieles a los itinerarios que figuran en cada guía, pisar las viejas veredas y sendas antiquísimas, los azagadores que comunicaban un pueblo con otro, los caminos vecinales abiertos o ampliados en la época de la pasa para que los carros llevaran con facilidad la uva acabada de cortar hasta el riurau, donde tenían que escaldarlo. Són breves recorridos que nos acercan a las edificaciones i al espació rural de Marina: casetas, alquerías, pozos, balsas, molinos de viento, eras, sequers, hornos… y naturalmente los riuraus.
Aunque nadie niega la opción de desviarnos de la ruta marcada para explorar a nuestro aire casas de campo, riuraus anónimos recomendados al oído, escombros que prometen esconder secretos; árboles gigantes o bosques pequeños que han sobrevivido a los fuegos y que de lejos nos reclaman atención. También es un gozo perdernos libres por los caminos seculares de Marina. Y una vez degustada la rebeldía, volver al itinerario para no renunciar a las sabias recomendaciones de los expertos.

La guía nos indicará el lugar de algunos de los muchos riuraus que se conservan en mejor o peor estado, si son públicos o privados, si se pueden visitar o nos tenemos que conformar curioseando en la distancia sus ojos de piedra con nuestros ojos de agua. En cualquier caso guardemos respeto a la propiedad, porque los dueños la aprecian. Por eso nos sorprenderá gratamente ver que hay numerosos riuraus rehabilitados y adecuados a vivienda o funciones de esparcimiento de la vida actual, y también otros que todavía se aprovechan para los trabajos agrícolas, actividad a la cual se está volviendo merced el declive de la burbuja inmobiliaria y el abandono de la construcción especulativa.
Si podemos entrar al riurau, conviene seguir de pe a pa el ritual propio para entender la arquitectura rural. Observar el conjunto, los elementos naturales que conserva, los añadidos o restaurados, las formas, alturas, medidas, simetrías o asimetrías, colores, estéticas… Ir acercándonos poco a poco, casi sin hacer ruido para no romper el encanto de las criaturas que sobreviven en el entorno. Y cuando finalmente traspasamos los arcos y nos introducimos en las sencillas entrañas del riurau, detenernos para sentir las vibraciones seculares que guarda y revivir los trabajos que en él se hacían.

Acabadas estas visitas ya estamos preparados para entender el mundo de la pasa, del cultivo de la uva y el carácter agrario de la Marina Alta.
Entonces, recomiendo volver al pueblo y dar complacencia a cada uno de los sentidos, en especial los que despierta la gastronomía. Encontraremos información puntual en nuestra atenta guía sobre donde saborear las buenas comidas de la zona, sean frutos de la tierra, sean frutos de la mar. Degustar los caldos que nos brindan las actuales viñas, los moscateles, la mistela. Dedicar un dinero a la compra de productos de los cultivos locales, manufacturas o artesanías… Porque La Marina Alta ha sido fértil, productiva y acogedora y tenemos que procurar que continúo siéndolo.
Finalmente, queda planificarnos para participar en las ferias, actividades y espectáculos culturales, lúdicos, festivos o instructivos como la colaboración en el trabajo de escaldar, que nos ofrecen algunos riuraus reciclados a los usos costumbres y necesidades de las gentes del siglo XXI.

La Ruta de los Riuraus transita por la esencia histórica, económica, territorial y cultural de la Marina Alta. Refuerza la identidad comarcal, afianza la personalidad valenciana de las poblaciones que la promueven y revive el amor, el cuidado y el respeto por la tierra madre.
Nos enseña las bondades del pasado, nos permite poner muchas de ellas en uso para el presente y aprovecharlas con una visión sostenible y perdurable para el futuro.
Las quimeras románticas convertidas en realidad son pragmáticas, efectivas, respetuosas y bellamente útiles.

Felicitaciones a todas las personas, entidades y pueblos que han hecho posible esta Ruta, a la cual seguro que en breve se unirán más localidades de la Marina Alta.
Enhorabuena por el trabajo hecho y ánimos e ilusión para seguir adelante.
Ahora a por la declaración del Riurau como Bien de Interés Cultural.
Buenas noches y feliz Ruta.
Pepa Guardiola
Montgó-Xàbia, maig 2014

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